Cuando una persona ha vivido experiencias traumáticas intensas, el cuerpo y la mente pueden reaccionar de maneras sorprendentes. Una de ellas es la disociación, un mecanismo de defensa natural que desconecta a la persona de lo que siente o de lo que ocurre a su alrededor. Puede manifestarse como “ausentarse”, sentirse desconectado del propio cuerpo, no recordar lo que acaba de pasar o incluso experimentar como si se mirara desde fuera. Estas reacciones son normales durante el momento del trauma o la experiencia que nos desbordó en un momento que sentimos que no teníamos como lidiar con ella. Son reacciones del cuerpo que literalmente nos salvan durante esa experiencia. Sin embargo, cuando se vuelve una respuesta automática en momentos en que ya no es objetivamente necesaria, es ya un síntoma de trauma que es necesario abordar dado que produce un detrimento en la vida la persona. E impide a la persona estar presente en el aquí y el ahora. Requisito necesario para sanar. El grounding o enraizamiento es una de las herramientas más valiosas para atender estos estados. Su propósito es ayudar a la persona a volver al presente, al aquí y ahora, de una forma segura y estable.
El término proviene de la idea de un árbol con raíces firmes en la tierra. Cuando una persona se enraíza, recupera la sensación de estar sostenida y presente en su propio cuerpo y en el entorno inmediato. Esto no es algo abstracto, sino muy concreto: notar los pies tocando el suelo, sentir la respiración en el pecho o el abdomen, observar los sonidos de alrededor.
La disociación protege en momentos de peligro extremo, pero cuando se vuelve frecuente puede impedir la vida cotidiana:
El enraizamiento actúa como un puente entre esas experiencias internas y el presente. Ayuda a que la persona sienta seguridad, regule sus emociones y pueda continuar con su proceso terapéutico sin quedar atrapada en recuerdos dolorosos.
En el tratamiento del trauma complejo y la disociación, los especialistas trabajan con un modelo trifásico:
El grounding es parte central de la primera fase, la de estabilización. Antes de trabajar directamente con los recuerdos dolorosos, es fundamental que la persona cuente con recursos que le den seguridad y control. El enraizamiento permite justamente eso: tener un “botón de pausa” interno que ayuda a no desbordarse y a mantenerse en el presente.
Ejemplos sencillos de grounding
Existen muchas técnicas, y su efectividad depende de la persona y del momento. Algunos ejemplos accesibles son:
El grounding no elimina el trauma ni sustituye la terapia, pero sí es un primer paso esencial en la fase de estabilización. Es como volver a casa (nuestro cuerpo como parte de nuestro sentido del yo) después de haberse sentido perdido. Aprender y practicar estas técnicas permite que la persona tenga un recurso inmediato para manejar momentos de desconexión y ansiedad, y así prepararse para las siguientes fases del proceso terapéutico. Es importante saber que debemos aprender a realizarlo de manera habitual.
EN RESUMEN: El enraizamiento es una práctica simple, pero poderosa. Dentro de la fase de estabilización, ayuda a quienes viven con disociación traumática a reconectar con el presente, recuperar estabilidad y avanzar con mayor confianza en su proceso de sanación.